Pensando acá

$81.86

ESCRITO EN
Aug 23, 2019
ÚLTIMA EDICIÓN
August 24, 2019
Emmanuel Pérez
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Escrito de Emmanuel Pérez
Fotografía por
Four Two Photography

Tiempos que no vuelven

En su niñez jugaba en las calles sin miedo. Mirar a su derecha e izquierda, era suficiente para cruzar la calle e ir a casa de sus amigos. Las drogas parecían un lejano cuento de miedo en anuncios de televisión y los asesinatos solo aparecían en periódicos y noticias -o al menos eso pensaba-.

Tanto así, que ni siquiera en su adolescencia le preocupó mucho el tema; siempre pareció algo muy distante y -hasta cierto punto- imposible; algo así como el típico “eso nunca me va a pasar a mí” que engaña a muchos.

Añoranzas

Sostuvo ese pensamiento por años, mas con el tiempo, muchas cosas cambiaron... Ya tenía sus propios hijos y el mundo parecía ser otro; eran tantos los cambios, que se sentía como un ser extraño en su propia tierra.

Contraste

Lo que antes se hacía a oscuras, ahora se practica a plena luz del día; lo que un día sorprendió, poco a poco se fue haciendo normal. Lo que antes impresionaba, ahora solo es una estadística más y sus números ya no llaman la atención de muchos.

Cien, quinientos, setecientos, mil... Ya todo suena igual. Solo son números...

La amenaza de la libertad

Ahora de grande, la libertad que Laura disfrutó en su infancia, sería una amenaza para sus hijos. El nuevo tiempo que de niña imaginaba sería uno lleno de avances y comodidades, trajo consigo peligros inesperados. Atrás quedaron los recuerdos de una infancia libre y sana; solo serán historias extrañas que sus hijos escucharán sin entender mientras viva para contarlas.

“¡Ay bendito, qué exagerá'! ¿¡Cuál es tu miedo, si venimos enseguida!?”

Reclamaban a coro Joseph (9) y Jessica (13), rogando que les dejase ir a la tiendita un momento.

“¡Ustedes no entienden!”

Contestó Laura, mientras se levantaba de la cama. “¡Denme un break!” Reclamó.

Molestos, esperaron, pues no tenían más remedio y pasados unos quince minutos, fueron a la tiendita de la esquina a comprar algunos dulces, arroz y jabón para la ropa.

La tiendita

Al llegar a la caja, Doña Carmen les recibió con su alegría de siempre; con esa limpia mirada y hermosa sonrisa que le caracterizaba. Doña Carmen, entrada en años, era de estas personas que le sacaba una sonrisa a cualquiera, aun en su peor día; era un ser especial.

“¿Cómo está esa escuela?”

Preguntó Doña Carmen a Jessica, con su cariñosa voz entrecortada.

“Me cambiaron.” Respondió.

Sorprendida, Doña Carmen mira a Laura y le pregunta: “¿¡Otra vez!? ¿¡Qué pasó!?”

“Chica, la cerraron también, igual que la del nene. Sabrás que ahora tenemos que levantarnos a las 4:30 de la madrugada y coger dos guaguas pa' que por lo menos lleguen a las...”

“¡QUE NO ME MIRES, PUÑETA!”

Se oyó gritar alguien de repente.

Todos quedaron inmóviles, con sus ojos muy abiertos, confundidos y esperando lo peor...

La agitada voz venía desde la parte trasera del colmado, donde Don Carlos, esposo de Doña Carmen, se preparaba un café, mientras oía su estación AM favorita desde un viejo radio.

“¡ABRE LA JODIA CAJA Y DAME LOS CHAVOS!”

Gritó un segundo ladrón a Doña Carmen, quien, nerviosa, no encontraba cómo abrirla.

“¡ACABA!”

Le gritaba repetidamente, mientras le apuntaba con su pistola.

Mientras esto pasaba, un tercer ladrón echaba cuanta mercancía podía en su bulto y amenazaba a los presentes con palabras muy fuertes. Eran cuatro ladrones en total; tres en la tiendita y uno afuera en un carro, listo para escapar.

Tirados en el piso con ojos cerrados, Laura y sus hijos lloraban descontroladamente, abrazándose con fuerza, deseando que todo fuese un mal sueño, cuando de repente, en medio de los amenazantes gritos, se oyó un estruendoso disparo; estruendo que jamás olvidarán...

Aunque nunca hubo silencio, para Laura y sus hijos, sí lo hubo.

“¡DALE, DALE, VAMOJ, VAMOJ!”

Gritaba desesperado uno de los asaltantes a los que andaban con él; rápidamente se montaron en el carro y escaparon de la escena.

Una vez terminada la misión, contaron el dinero para dividirlo entre los cuatro; había un total de $327.44... Cada uno recibiría $81.86 y unas cuantas cervezas que pronto mezclarían con Xanax para su próxima asignación.

De vuelta al colmado...

$81.86

En unas horas el barrio completo estaría de luto, pues esa mañana, Don Carlos perdió a la mujer que amó desde su juventud; a quien acompañó por 47 años en buenas y malas; en salud y enfermedad; hasta que la muerte les separó. Carmen, su inspiración, su flor de 81, la mujer con quien tejió sueños y construyó una vida, ya no estaría a su lado.

Ese día, 5 hijos, 14 nietos, 3 bisnietos y cientos de vecinos perdieron a “Doña Carmita”, como de cariño le decían a esa viejita que vio crecer a 3 generaciones, siendo ella parte de la primera.

Algunos meses más tarde, Don Carlos, a sus 86 años, regresó con su amada.

$81.86

Si sabes de algún artista que interese aportar imágenes para acompañar algunas escenas, házmelo saber. Gracias.

Emmanuel Pérez
No me gustan los títulos; si dices muchos, suena a guille y si usas uno, creen que es lo único que puedes hacer.

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